Jesús subió a un cerro, para orar a solas.
Mateo 14,23
Jesús se aparta a orar. Con la imagen de la montaña, el evangelio nos recuerda la profunda necesidad que tiene el ser humano de re-encontrarse consigo mismo, ver el rostro de Dios y escuchar su voz. Jesús, si bien está siempre en presencia del Padre, siente esa necesidad más que ningún otro ser humano. Jesús ora en los momentos en que se enfrenta a decisiones, cuando debe discernir cuál es la voluntad de Dios. Él hace uso de los textos de la Biblia, y así habla con el Padre. Y nos enseña a hacer lo mismo. Pero sabe que, en medio de los trabajos del día, y las distracciones, no prestamos oídos a la voz de Dios. De allí su invitación a retirarnos aparte para entablar ese diálogo íntimo con Dios.
La oración cristiana se orienta a Dios, a Jesús y al Espíritu Santo. En esa actitud, la meditación es parte del encuentro. La práctica de la meditación sola fortalece e integra al propio espíritu. Es espiritual y valiosa, pero no es lo mismo que la oración que se entrega en servicio al Padre y abre corazón, mente y oído a su orientación en nuestra vida.
Nuestras comunidades cristianas tienen que llegar a ser auténticas escuelas de oración, el espacio en que nos capacitamos para compartir la vivencia de la fe y las acciones de servicio.
Te doy gracias, Dios mío, por este día que me regalas en mi vida. Tú conoces mis alegrías con…….; y también conoces mis dificultades
que estoy atravesando con……… Me siento fortalecida/o con las pala-
bras del Salmo: “El Señor sostiene a los que caen y levanta a los que desfallecen.” Amén. (Salmo 145,14)
Bruno O. Knoblauch
Mateo 14,22-36