23º domingo después de Pentecostés, 32º en el año, antepenúltimo domingo

… a fin de que pongan en Dios su confianza y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos…

Salmo 78,7

El salmista invita a confiar en Dios sin olvidar sus obras ni sus mandamientos. Sus obras tienen que ver con la Creación, con la justicia, con el perdón, con la salvación, con la vida. Sus mandamientos nos remiten al cuidado, a la transparencia, a la entrega, al amor a Dios y al prójimo como a uno mismo.

La confianza a la que nos invita el salmista es una confianza que apuesta a la voluntad de Dios y que no puede ir separada de sus mandatos y de su acción. Es aquella confianza de sabernos cobijados y abrazados en los momentos más duros y difíciles que nos toca vivir. De sabernos acompañados cuando emprendemos nuevos caminos y cuando se trata de tomar decisiones y de actuar en obediencia a él, aunque eso provoque la burla, la enemistad, la bronca por parte de intereses que buscan provecho y enriquecimiento de forma injusta y totalmente egoísta.

Dios no bendice la mentira, ni la injusticia. Él no bendice la destrucción de su Creación, ni la avaricia. Dios tampoco bendice la ausencia del cuidado de su Creación, ni el dinero. Dios bendice la vida, el cuidado a la vida, el cuidado de su Creación, la entrega de los unos por los otros. Ese es el Dios en quien estamos invitados a confiar, y esa es la confianza que podemos depositar ciegamente en él.

Confiemos en nuestro Dios, sin olvidar sus obras ni descuidar sus mandatos.

Pedro Kalmbach

Salmo 78,1-7; Josué 24,1-3a, 14-25; 1Tesalonicenses 4,13-18; Mateo 25,1-13; Agenda Evangélica: Lucas 11,14–23

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