Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podrás servir a Dios y a las riquezas.

Lucas 16,13

En la actualidad nos cuesta entender que un obrero o trabajador no pueda tener dos empleos trabajando para dos patrones; como decía Jesús al explicar la parábola del servidor infiel y pillo. Pero un mayor-domo actual (las familias ricas los siguen contratando) no es el mismo del primer siglo que era un siervo, un esclavo a tiempo completo, total; cuyo amo y señor era dueño absoluto de su persona, incluido su tiem-po. No existían para él momentos libres que le permitieran pensar en otro empleo u otro señor, estaba obligado por la ley al ser su esclavo.

Esto que para nosotros puede ser una injusticia, fue tomado por Jesús para enseñarnos cómo quiere el Padre que le adoremos y sirvamos: una consagración total. Con un testimonio coherente, “parejito” y sin mentiras. Para hacernos entender que tal cosa no es sólo ir al culto y no faltar a las reuniones, no es para un segundo empleo de tiempo libre, sino que se debe adorar a Dios también en gestos pequeños y cotidianos mostrando fidelidad al elegirlo como nuestro Señor.

Para eso, no debemos dejar que nuestros intereses puedan pertenecer a otros señores; al señor egoísmo, la señora envidia, doña mentira o don robo; así como cualquier otro “amo” que se apodere de nuestra alma y sentimientos. Solamente de esta manera seremos ver-daderamente libres, para poder elegir servir al Dios de amor.

Estamos en el mundo y abunda tentación; muy suave es el engaño y necia la pasión; ven tú, Jesús, más cerca en mi necesidad y escuda al alma mía de toda iniquidad. (Cántico Nuevo Nº 319, Canto y Fe Nº 305)

Alicia S. Gonnet

Salmo 113,1-2.4-8; Amós 8,1-7; 1 Timoteo 2,1-8; Lucas 16,1-13; Agenda Evangélica:

Romanos 10,9-17 (18)

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