8º domingo después de Pentecostés. 15º en el año

Jesús llamó a los doce discípulos, y comenzó a enviarlos de dos en dos,…

Marcos 6,7

Llamados a la existencia, llamados a la vida empezamos a experimentar la llamada de un Padre que nos saca de la nada para lanzarnos a la aventura del amor.

El Padre vuelve a llamarnos por medio de su Hijo para que estemos con él. Y con él aprendamos el camino de la verdadera libertad. Él vive sólo “atado” a su Padre. Ni a las cosas, ni al trabajo, ni a los amigos, ni a los suyos… Es soberanamente libre para poder entregarse totalmente.

Pero hay otra llamada. A prepararle el camino para que llegue al corazón de nuestros hermanos, a ser como Juan Bautista. Y a continuar su obra. A continuar su misión: vayan, yo los envío.

Pero no nos envía solos. Nos envía de dos en dos. Nos envía en comunidad.

¿Cuál es nuestra misión? Ser testigos del amor. Mostrar cuánto nos ama el Padre que nos ha regalado a su Hijo. Cuánto nos ama el Hijo que ha dado la vida por nosotros.

Preparamos el corazón de nuestros hermanos al encuentro con Jesús cuando somos misericordiosos y compasivos como él. Cuando nos preocupamos por los otros con ese amor gigante que nos describe Pablo en su primera carta a los corintios.

Pero también tenemos que testimoniar este amor amándonos entre nosotros. De dos en dos.

Hay veces que nuestras comunidades no dan testimonio de amor mutuo, de verdadera comunión. A veces, en vez de cuidarnos nos maltratamos, nos criticamos, nos quejamos de todo.

Como familia estamos llamados a dar testimonio de este amor que supera toda división.

Padre únenos, para que el mundo crea.  

José María Soria

Salmo 85,10-13; Amós 7,10-17; Efesios 1,1-19; Marcos 6,7-13;  Agenda Evangélica: Filipenses 2,1-4

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print