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17º domingo después de Pentecostés, 24º en el año

Pedro, volviendo en sí, dijo: “Ahora sé que realmente el Señor envió a su ángel y me libró de las manos de Herodes y de todo cuanto esperaba el pueblo judío”.

Hechos 12,11

Un ángel de Dios libera a Pedro de las manos de Herodes sacándolo de la cárcel. Herodes y los judíos son privados de disfrutar de su maldad.

El lapso que va de Pedro encadenado y custodiado en la prisión hasta encontrarse libre en la calle, se entiende como un tiempo de inconciencia. Por eso dice “volviendo en sí”, toma conciencia de lo que Dios había hecho por él enviando un ángel.

Este relato me lleva a descubrir dos aspectos que no siempre tenemos en cuenta. En primer lugar, reconocer que frecuentemente necesitamos de la ayuda divina: Pedro, el apóstol, el que hizo caminar al paralítico, también necesita de la ayuda de Dios, y puede reconocerlo: Ahora sé que realmente el Señor envió a su ángel. Pedro no dice “tuve suerte y me escapé de la cárcel”, sino que reconoce que el ángel del Señor lo liberó.

Así también en nuestra vida debemos reconocer cuando el Señor nos envía a su ángel para socorrernos, liberarnos.

Segundo, volver en sí, esto es, tomar conciencia de lo vivido, aceptando que hay tiempos en que ni nosotros sabemos muy bien dónde estamos, ni lo que realmente hacemos, ni lo que nos está pasando. Algo similar al valle de sombras de muerte del salmo.

Señor, ayúdanos a desterrar de nuestro pensamiento el “por suerte” y sustituirlo por el “gracias a ti”. Amén.

Atilio Hunzicker

Salmo 116,1-6.8-9; Isaías 50,5-10; Hechos 12,1-11; Santiago 2,14-26; Marcos 8,27-38; Agenda Evangélica: Hechos 12,1-11

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