24° domingo después de  Pentecostés, 33º en el año, penúltimo domingo

¡Mirad cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en unidad.

Salmo 133,1

Estar juntos, sí, pegoteados no, decía una señora de mi barrio, y  esa es la idea para este texto; estar juntos es un punto muy importante para el salmista, desde la fe. Ya que significa poder estar haciendo un camino en común, donde lo extraordinario es estar en comunidad juntos como hermanos,  siguiendo a Jesucristo, siguiéndolo hacia la muerte y resurrección.

Una de las cosas que más me ha gustado de la Iglesia es el regalo que nos da de compartir con las personas, porque cuando nos encontramos, nuestras cargas, lo que llevamos como dolores, las tristezas y angustias, lo que nos pesa, la cruz que cargamos, en comunidad es mucho más liviano, y nuestras alegrías son doblemente alegrías.

También es muy importante no idealizar ese estar juntos, no poner expectativas en la comunidad, esperando aquello que nosotros en lo individual no podemos dar. No creer que como comunidad va a ser todo perfecto, sino que el desafío es justamente aprender a través de Cristo a vivir y crecer juntos, que no es una tarea fácil para nadie, ya que implica los desafíos de aceptarnos como hermanos, dejar de lado un montón de prejuicios y reconocernos como seres que necesitamos del amor de Dios.

Alguien dice que la Iglesia no “son las personas perfectas”, sino los hermanos que luchan entre el morir para el pecado y nacer de nuevo en Jesucristo. Martín Lutero a este proceso lo llamaba el renovar cada día el Bautismo. En esa tensión nos movemos como comunidad y debemos ser conscientes para no terminar pegoteados, lo que a la larga nos separa, sino caminar juntos como comunidad.

Javier Gross

Salmo 133; Jueces 4,1-7; 1 Tesalonicenses 5,1-11; Mateo 25,14-30; Agenda Evangélica: Lucas 16,1–8 (9)

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