4° después de Pentecostés, 12° en el año

Se levantó un viento huracanado, las olas rompían contra la barca, que estaba a punto de anegarse

Marcos 4,37 (Biblia del Peregrino)

Pasar a la otra orilla… Es lo que nos pide Jesús, con tantos recursos y en otros pasajes, como cuando al joven rico lo invita a pasar de mano los bienes, o al Padre Misericordioso que cruza la frontera con el hijo pródigo… Allí también las olas de las críticas del hermano golpeaban al padre, cuando le vuelve a otorgar al hijo perdido la dignidad.

Es que el Perdón nos lleva a cruzar a la otra orilla, y cuando siempre y en todo tiempo, aun arreciando los vientos huracanados de cuestionamientos llenos. Claro, que al decir de A. Machado: “la envidia de la virtud hizo a Caín criminal”, quien no pudo pasar a la otra orilla…

Y es tal el riesgo, como cuando la barca comienza a anegarse, y donde a tiempos aflora el cuestionamiento, como cuando a Jesús, lo increpan ante el temor de ahogarse. Tan justo, a Él.

Esa otra orilla donde los vientos cesan, donde el bramido calla, cuando vuelta nuestra mirada hacia Él, y ya no aquejados por el temor, como si negociando nuestro miedo con la invocación.

Resuena en nuestra consciencia, cuántas veces abarrotada con mil “problemas”, la evocación a nuestra cobardía, a nuestra tibieza en la Fe. Tan insumidos en nosotros, hasta fatalistas, que no acabamos de dejarnos envolver por la Paz, aun después de la tormenta.

Padre, Tú que no quieres que ninguno se pierda, ni una oveja siquiera, ni tan siquiera en cuestiones vanas, danos Tu agua viva, para no volver a tener sed. Amén.

Ana Oxenford

Salmo 107,1-3.23-32; Job 38,1-11; 2 Corintios 6,1-13; Marcos 4,35-41

Agenda Evangélica: Salmo 103,1-13; Miqueas 7,18-20; 1 Timoteo 1,12-17; Lucas 15,1-3.11b-32; Lucas 15,1-10 (P)

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