3° domingo después de Epifanía, 3° en el año

Les dijo Jesús: “Síganme, y yo haré que ustedes sean pescadores de hombres.”

Marcos 1,17

En este texto Jesús está al principio de su ministerio y, mientras va desarrollando su propia misión va juntando adeptos. Personas que empiezan a creer en él y que desean seguirlo para aprender, para ver, para conocer a ese hombre de Nazaret que hacía milagros.

Cuando Jesús llama a esos discípulos les promete hacerlos pescadores de hombres, ¿y eso qué es? No les promete hacerlos famosos ni ricos. No les promete estabilidad económica ni emocional. No les promete salud ni abundancia. De hecho, lo único que les promete es algo medio confuso, y sin embargo quienes deciden seguirlo deben dejarlo todo y a todos. No hay tiempo para despedirse y tampoco había formas de comunicarse a la distancia, como las tenemos hoy.

Seguir a Jesús es al mismo tiempo un regalo y un desafío. No habrá sido fácil en aquel entonces y no lo es hoy, pues seguirlo implica muchas renuncias y muchas “inseguridades”. Seguir a Jesús es ponernos en las manos de Dios y confiar plenamente en él. Es realmente comprender, que por más que nos desesperemos y nos lamentemos, todo se hará en el tiempo infinito de Dios. Seguir a Jesús es dejar de querer que se haga nuestra voluntad y dejar de una vez por todas que se haga su voluntad en toda nuestra existencia. Seguir a Jesús es liberarse de todo lo que nos sofoca y dejar que el amor y la misericordia de Dios abunden y guíen nuestros caminos. ¿Estamos dispuestos y dispuestas a eso?

Dios nuestro, en tus manos nos encomendamos en todo momento, danos la valentía para seguirte sin recelo. Amén.

Karla Steilmann

Salmo 25,4-10; Jonás 3,1-10; 1 Corintios 7,29-31; Marcos 1,14-20

Agenda Evangélica: Salmo 86,1-2.5-11; 2 Reyes 5,(1-8)9-15(16-18)19a; Romanos 1,13-17; Mateo 8,5-13; Rut 1,1-19a (P)

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