Ahora saben que todo lo que me has dado proviene de ti; pues les he dado el mensaje que me diste, y ellos lo han aceptado. Se han dado cuenta de que en verdad he venido de ti, y han creído que tú me enviaste.

Juan 17,7-8

El evangelista Juan nos transmite aquí una oración que Jesús dirige al Padre, Dios, en intercesión por sus discípulos, poco antes de ser arrestado. Surge de esta oración, que el mandato que Jesús había recibido de Dios, se había cumplido. A lo largo de su ministerio Jesús dio a conocer a las gentes, no sólo con palabras, sino también con hechos, quién es y cómo es Dios y qué es lo que persigue con los seres humanos. Gracias a Dios, no toda esta tarea cayó en saco roto.

Multitudes habían escuchado a Jesús. No fueron multitudes las que lo siguieron. Pero algunos lo siguieron y se dieron cuenta de que ese Jesús era verdaderamente el enviado de Dios, Dios hecho persona de carne y hueso visitando este mundo. Y esta certeza los llevó a dar testimonio de este hecho. Y muchos se convencieron y continuaron el anuncio hasta nuestros días, incluso debiendo superar toda clase de dificultades.

Jesús pidió al Padre que cuidara a sus discípulos. Y Dios escuchó la oración y los cuidó y los cuida hasta el día de hoy. Dios cumple lo que promete y escucha las oraciones de quienes lo siguen convencidos y ponen toda su confianza en él. Los que sabemos y estamos convencidos de que Jesús no era un charlatán, sino verdadero enviado de Dios, podemos pedir a Dios en su nombre. Y él escuchará nuestros ruegos. De ahí el nombre de este domingo: Exuadi, ¡Escucha! (en latín), según Salmo 27,7.

Federico Hugo Schäfer

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