9° domingo después de Pentecostés, 17° en el año
Había mucha hierba en aquel lugar, y se sentaron. Eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó en sus manos los panes y, después de dar gracias a Dios, los repartió entre los que estaban sentados. Hizo lo mismo con los pescados, dándoles todo lo que querían.
Juan 6,10-11
Estos versículos forman parte del relato de la multiplicación de los panes y los peces que trajo un niño.
En los 12 primeros capítulos del evangelio de Juan se habla de los signos de Jesús y en este pequeño recorte aparecen dos de esos relatos.
Ciertamente no se trata solo de milagros, de hechos extraordinarios, son relatos llenos de simbolismos que despiertan en la gente recuerdos de otras situaciones, relatos que quieren comunicarnos algo más, hacernos descubrir algo más.
De hecho muchas personas que se reunieron allí, inspirados por la montaña, que le evocaba el monte Sinaí, el número 12 que les recordaba las tribus de Israel, entendieron que Jesús era su rey salvador, el nuevo gobernante a quien querían coronar, pero Jesús no buscaba ese tipo de poder y se escapó.
Otros hemos logrado ver en el hecho de este niño trayendo unos panes y unos peces la idea de que el milagro es el compartir, la idea de que cuando repartimos alcanza para todas las personas ya sean hombres, mujeres, pequeños, ancianas.
Otros perciben en la aclaración de los panes de cebada la sugerencia que el niño era pobre y ese pan era el más común.
La bendición de los signos es que no han quedado cerrados, no han sido explicados por Jesús y siempre nos pueden decir algo más.
Ese Jesús nos interroga, como a Felipe: “¿Dónde vamos a comprar pan para toda esta gente?” Para ver qué respondemos. (v. 5)
Cristina La Motte
Salmo 145,10-19; 2 Reyes 4,42-44; Efesios 3,14-21; Juan 6,1-21
Agenda Evangélica: Salmo 48,2-3a.9-15; Isaías 2,1-5; Efesios 5,8b-14; Mateo 5,13-16; 1 Corintios 6,9-14(15-18)19-20 (P)
