3º domingo después de Epifanía

“El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para proclamar buenas noticias a los pobres; me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos.” Entonces él comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de ustedes.”

Lucas 4,18.21

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Profecía de Isaías que Jesús actualiza. Porque entiende que las palabras del profeta no solamente tuvieron validez para el pueblo cautivo en Babilonia. Hoy, ahora, se están cumpliendo estos anuncios. Y dejan de ser meros anuncios para llegar a ser plena actualidad.

Las buenas noticias para los pobres ya no son sólo noticias:

Donde el Espíritu del Señor actúa, se diluyen los límites entre pobres y no tan pobres, entre cautivos y liberados, entre ciegos y quienes ven vida nueva, entre oprimidos y libres.

El Espíritu del Señor hace que “nazcan” personas nuevas, criaturas espirituales. Mujeres y hombres que pertenecen al Reino, a la vida nueva. Personas que, gracias al Espíritu del Señor, son capaces de compartir bienes y mensaje con otros, de modo que la pobreza es superada por el amor mutuo.

Hoy se ha cumplido esta Escritura, dice Jesús.

¿Nos sentimos abarcados por ese cumplimiento? ¿Cuál es la realidad en nuestras comunidades?

No somos Jesús como para poder afirmar que la liberación y la buena noticia para los pobres ya se hubiera cumplido entre nosotros. Pero tenemos que estar atentos, no tanto a las grandes dificultades del mundo, sino a no pasar por alto a los necesitados a nuestro alrededor. Ahí es donde el Espíritu del Señor quiere que cumplamos con los anuncios de Jesús, haciéndolos realidad mediante nuestra entrega, nuestro amor, nuestro sacrificio.

Dieter Kunz

Salmo 19,7-9.14; Nehemías 8,1-10; 1 Corintios 12,12-30; Lucas 1,1-4. 4,14-21; Agenda Evangélica: 1 Corintios 9,24–27

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