1º domingo después de Pentecostés, Trinidad

Los que viven según las inclinaciones de la naturaleza débil, sólo se preocupan por seguirlas, pero los que viven conforme al Espíritu, se preocupan por las cosas del Espíritu

Romanos 8,5

En este domingo de Trinidad, permítanme compartir con ustedes lo siguiente:

La Trinidad. Hace poco escuche una explicación simple, pero gráfica de cómo entender al Dios Trino. ¿Qué conocemos que pueda presentarse de más de una manera en la naturaleza?  Pocos son los elementos, como el agua, que tienen esa característica. El agua  se nos puede presentar en estado sólido, gaseoso y líquido. Es la misma esencia, en tres versiones.

Así también nuestro Señor, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, se presenta ante nosotros, como Creador, como Salvador y como acompañante en la fe. De este modo el visualizar cotidianamente el agua y su beneficio en sus tres características nos ayuda a comprender la  grandiosidad de nuestro Dios presente entre nosotros.

Dios en forma de Espíritu Santo es quien nos socorre, nos fortalece, nos mantiene unidos al Padre y al Hijo.

Como ocurrió con una madre, que, ante la pérdida de su hijo en manos de malhechores, dio una respuesta a los periodistas, en la que no hubo lugar para el rating y populismo que estos venían buscando al entrevistarla. Ella sólo respondió, ante la insistencia de preguntas sobre si había de iniciar juicios o reclamos, que todo estaba en manos de Dios, y que su Espíritu actuaría.

Eso es vivir conforme al Espíritu.

Gloria al Padre, que es fuente de toda bendición; gloria a Cristo, su Hijo, que nos da la salvación; y al Espíritu Santo que nos une en comunión. (Canto y Fe N° 296)

Noemi Loose

Salmo 33,4-6.9.18-20.22; Deuteronomio 4,32-40; Romanos 8,1-17; Mateo 28,16-20; Agenda Evangélica: 1 Corintios 2,12–16

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