Primer domingo de Adviento

Señor, acuérdate de mí, por tu gran amor y bondad.

Salmo 25,7

Cuando parece que el cielo se pone gris, porque estamos angustiados frente a alguna situación difícil que nos toca afrontar en nuestra vida, al igual que el salmista, buscamos a Dios y clamamos: “Acuérdate de mí”. Y pedimos que nos ayude, que nos guíe, que sea nuestra brújula, nuestro timón, porque sentimos que navegamos como un barco a la deriva por aguas turbulentas, que damos vueltas y vueltas, sin encontrar una salida y sin poder avanzar.

En esos momentos necesitamos encontrar el rumbo para poder seguir; y en más de una oportunidad debemos reconocer que fuimos nosotros los que nos distanciamos de Él. O quisimos hacer las cosas a nuestro modo y si no salieron como esperábamos, rezamos y suplicamos porque en el fondo sabemos que no importa cuántas veces nos hayamos alejado, Dios siempre nos vuelve a recibir con los brazos abiertos.

El nos escucha y nos perdona, porque nos ama con ternura y de su mano podemos volver a sentirnos seguros, fortalecidos. Y después de que pase la tormenta, podremos volver a navegar en paz, por aguas calmas; Dios es el puerto en el cual podemos anclar confiados, porque nunca nos dejará solos, Él siempre sale a nuestro encuentro y nos acompaña en nuestro peregrinar por este mundo, ahora y siempre. Amén.

Cariñoso Salvador, huyo de la tempestad, a tu seno protector voy confiando en tu bondad, cúbreme Señor Jesús, de las olas del turbión, hasta el puerto de salud, guía tú mi embarcación. (Culto Cristiano Nº 232)

Iris Bender

Salmo 25,1-9; Jeremías 33,14-16; 1 Tesalonicenses 3,9-13; Lucas 21,25-36
Agenda Evangélica: Salmo 24; Zacarías 9,9-10; Romanos 13,8-12; Mateo 21,1-11; Jeremías 23,5-8 (P)

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print