4º domingo después de Pentecostés, 14º en el año
El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; y el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió.
Lucas 10,16
Jesús nos hace la invitación de hacer misión universal; o sea, misión en todo tiempo y en todo lugar; pero para eso debemos prepararnos y conocer los designios de Dios. En primer lugar debemos seguirle con pasión y obedecer sus mandatos; y que esto se vea reflejado en nuestro rostro y en nuestro proceder.
Esto no nos traerá ninguna ganancia de prestigio humano, ni social, ni mucho menos económica o material; sino que por el contrario, Jesús nos advierte que seremos como corderos en medio de lobos.
Al misionar debemos respetar siempre al dueño de casa, sus horarios, sus decisiones; debemos dejar hablar y nosotros… escuchar; para luego dialogar, orar, acompañar con todo respeto a la persona que nos recibe.
Se debe hacer presente siempre el amor, la preocupación, el acompañamiento de Dios a las personas solas, tristes, desconsoladas, enfermas o simplemente mayores. La congregación debe acompañar en esta tarea y estar dispuesta a cumplir con los mandatos de Jesús, ver las oportunidades, valorarlas, no perder el tiempo ni las circunstancias.
El regreso de la misión debe ser alegre, con optimismo, convencidos de que Dios obrará en esa persona con amor y justicia, elevando su fe y valorando sus dones; para que a su vez este ser humano alabe y reconozca la obra de Dios en su interior.
Jesús dijo: “Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso pidan ustedes al dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla.” (Lucas 10,2)
Graciela Wintterlin
Salmo 66,1-9; Isaías 66,10-14; Gálatas 6,14-18; Lucas 10,1-11.16-20 Agenda Evangélica: Salmo 103,1-13; Miqueas 7,18-20; 1 Timoteo 1,12-17; Lucas 15,1-3.11b-32; Ezequiel 18,1-4.21-24.30-32 (P)
