4º domingo de Pascua – Jubilate

Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré mal alguno, porque tú, Señor, estás conmigo, tu vara y tu cayado me inspiran confianza.

Salmo 23, 4

Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Así dice el Evangelio de Juan designado para este domingo. Promesa que nos quiere alegrar.

La realidad es que estamos rodeados de muerte. Lo sienten especialmente quienes han perdido un ser querido en estos tiempos. No queremos pensar, menos, hablar de la muerte. En nuestras comunidades, incluso, es un tema que se esquiva. Aún más en personas que no encontraron la relación con la comunidad cristiana y con la fe. Seguro, nos gusta vivir. Pero la muerte es un punto al que todos llegaremos. Como todo camino y meta aún desconocida, es mejor si estamos preparados para lo que nos espera.

Lo invito a dialogar con los suyos. Es como dice el Evangelio; “el enemigo viene sin avisar”. Estar preparados es tener fuerza y ánimo. Y el Salmo nos ayuda a prepararnos. Ordenar todo en la vida y dejarla, nos tranquiliza. También nos explica cómo se llega a esa vida prometida en el Evangelio, a  pesar de los “valles oscuros” que nos toca transitar por momentos.

La vara, ¿simboliza la instrucción, el llamado a la obediencia, la amonestación?

El cayado, ¿nos recuerda el Evangelio, el amor, el cuidado y protección? Claro, eso nos quita todo miedo e “inspira confianza” en la promesa de la vida.

 “¡Como si hubiera muertos! Señor, no existen muertos. Solamente existen vivos, sobre la tierra y en el más allá. Señor, sí, la muerte existe, pero es sólo un momento, un instante, un segundo, un solo paso. El paso  que lleva de lo provisorio a lo definitivo, el paso de lo terrenal a lo eterno. (Michel Quist)

Everardo Stephan

Salmo  23; Hechos 2,42-47; 1Pedro 2,19-25; Juan 10,1-10

Agenda Evangélica: Juan 16,16.(17–) 20–23ª

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