Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resume la ley y los profetas.

Mateo 7,12

El evangelista Mateo escribe todo su libro tratando de demostrar que este niño que nace en Belén, que enseña y al final muere y resucita, es el Mesías. La preponderancia en las enseñanzas apunta a enfatizar en la sabiduría de Jesús. Sabiduría que viene de Dios, como se dice en el libro de los Proverbios.

Estas palabras de sabiduría son concretas, simples y prácticas; ayudan al “buen vivir”. Palabras de sabiduría que animan a desarrollar la personalidad en el niño porque son simples, claras y precisas. Palabras que ayudan al desarrollo en las relaciones, salen al encuentro de los vínculos y por lo tanto generan y construyen una sociedad más clara, más transparente y más amable.

Las enseñanzas de Jesús parten de la realidad práctica. Parten de la lógica de ponerse uno en el lugar del otro. Una enseñanza que necesita partir del amor hacia el otro, de la consideración hacia el otro y del cuidado del uno por el otro.

En estos preceptos se puede reconocer la sabiduría divina, y por lo tanto, en ellas se reconoce la divinidad de Jesús.

El texto continúa haciendo la comparación de las dos puertas. Es cierto, una y otra vez escucho la queja de que esta forma de vida es la más difícil. La respuesta nos la da el mismo Jesús en el versículo 18. Somos, a partir del bautismo, un árbol enraizado en Jesucristo que tiene y nos transmite toda la sabiduría de Dios y del Espíritu Santo para que podamos hacer con los otros como queremos que actúen con nosotros.

Waldemar von Hof

Mateo 7,12-23

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