Ninguno de los otros se atrevía a juntarse con ellos, pero la gente los tenía en alta estima. Y aumentó el número de personas, tanto hombres como mujeres, que creyeron en el Señor.

Hechos 5,13-14

¿Quiénes eran ‘los otros’? Eran personas piadosas que concurrían regularmente al templo, que manejaban el comercio de animales y las tasas de cambio en el patio del templo. Eran sacerdotes, maestros de la Ley, miembros de la élite religiosa y política que se creía dueña del poder sanar, restaurar y ‘limpiar’ los pecados del pueblo.

Algunos de esos ‘otros’ querían juntarse con los discípulos de Jesús en el patio del templo donde predicaban. Pero no se atrevían, ¡qué interesante! Ya en aquel tiempo existía miedo al ‘qué dirán’.

En ocasiones, nos preocupa la apariencia de las personas que entran a nuestras iglesias. ¿Quiénes son? ¿Qué hacen acá? ¿Qué les pasará?

Y nos entra ese sentimiento del ‘qué dirán’. Entonces sucede el anti milagro, en lugar de saludarlos, preguntarles quiénes son y qué los trae al culto, no nos atrevemos. Es un pudor negativo. Un extraño ha entrado a casa y no sabemos qué hacer. Sabemos que no es un ladrón, que no se trae nada malo entre manos, pero no nos acercamos.

Quizás alguno de esos visitantes nos tiene en alta estima -como dice el texto- y por eso nos visita. Aprendamos a abrir las puertas de nuestros corazones para que también en nuestras iglesias aumente el número de hermanos y hermanas que celebran junto a nosotros la comunión y la vida plena obrada por Jesucristo. ¿Y los otros? Bien, dejemos que sean otros.

Carlos A. Duarte

Hechos 5,12-16

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