Entre tanto, Adonías, hijo de David y de Haguit, se levantó en armas y dijo que él sería rey.

1 Reyes 1,5

Fue una conspiración política de alta gama, al mejor estilo de nuestros tiempos. Aprovechando la avanzada edad de su padre David y su consiguiente debilidad de gestión, Adonías busca alianza con Joab, el general o ministro de defensa, y con el sumo sacerdote Abiatar, líder de una de las fuerzas religiosas del momento, y se auto declara rey de Israel. Según el testimonio bíblico, la asunción del reinado por parte de Adonías no estaba en los planes de Dios y se desencadena una larga serie de intrigas.

Por ahí el problema no está en que haya habido una oposición política que quería protagonizar un cambio. Los cambios son buenos, y a veces sumamente necesarios. El problema se presenta cuando el cambio no responde a la voluntad de Dios y, por consiguiente, a lo que es bueno para su pueblo sino a las ansias de poder de los dirigentes de turno. Cuando el deseo de estar al frente no obedece a una vocación altruista sino a un concepto por demás orgulloso de sí mismo y, de parte de quienes lo apoyan, al deseo de asociarse con los que triunfarán.

En una reunión de estudio bíblico, un miembro de nuestra comunidad manifestó que sus padres, antes de concretar un emprendimiento, siempre consultaban en oración con Dios si lo que iban a hacer contaba con Su bendición. ¡Ojalá todos tuviéramos esa actitud! ¡Y ojalá estuviéramos dispuestos a escuchar verdaderamente lo que Dios responde!

El que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido. (Lucas 14,11)

Annedore Venhaus

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