Jesús le dijo entonces: vuélvete a casa; tu hijo vive.  El hombre creyó lo que Jesús le dijo, y se fue.                                                                             Mientras regresaba a su casa, sus criados salieron a su encuentro y le dijeron: – ¡Su hijo vive!

Juan 4, 50-51

Asombra ver cómo miles de personas pasan horas, a veces días y noches, esperando entrar al santuario de San Cayetano, en Buenos Aires, para agradecer la curación de un familiar o pedir esperanzados por pan y trabajo.

Nos asombra también que Jesús parece indiferente ante el oficial del rey que desesperado se acerca confiando que el Señor pueda curar a su hijo. Jesús le hace pedir dos veces, ¡pero no va a ver al moribundo!  Sin embargo, finalmente lo manda que vaya tranquilo a casa asegurándole que todo está bien. ¡Raro!

¡Creer o reventar!

Personalmente creo que tener fe es aceptar por cierto aquello que todavía no se ve. (cf. Romanos 10,17; Hebreos 11,1)  Jesús percibe que al acercarse el oficial del rey, ya tiene la certeza de que él tiene el poder necesario y que ayudará para que su hijo viva.                                                          

Es maravilloso comprobar que a partir de esa confianza primera se multiplica el efecto. Es como una chispa que salta a otros, porque… él y toda la familia creyeron en Jesús. (v. 53)

Se trata de escuchar la Palabra para descubrir las señales de Dios en nuestra propia vida, creer que éstas son verdaderas, luego pedir que podamos transmitirlas en forma convincente para que también otros puedan experimentar la cercanía sanadora de Dios en Jesús.         

Rodolfo R. Reinich,                                                                                                                           

Juan 4,43-54

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