Ellos contestaron: -Cree en el Señor Jesús, y obtendrás la salvación tú y tu familia.

Hechos 16,31

Pablo, junto a Silas, está en prisión por haber arruinado el negocio de los amos de una esclava adivinadora. Han recibido azotes y ahora están encerrados. Un terremoto abre las puertas, y sería lógico que hubieran escapado. Al llegar el carcelero y encontrarlos, se da cuenta del tipo de personas que están en la cárcel. Interesante es observar estos dos aspectos: predicar el Evangelio implica denunciar los negocios donde se aprovechan de una persona con cualidades o dones; y en segundo lugar, ser coherente con las leyes y no aprovecharse para eludirlas en la primera oportunidad.

El carcelero, al ver que sus prisioneros pudieron haber escapado, intenta suicidarse. Sabía de su responsabilidad y las implicancias, pero Pablo lo detiene. El guardia pregunta qué debe hacer para salvarse. Pablo, en una frase simple y contundente, en un resumen claro de todo el deber del cristiano, le dice: –Cree en el Señor Jesucristo…

Saber, creer, confiar en que es Jesucristo el que nos salva, el que nos da las pautas para nuestra vida, nos hace cambiar, y esto se refleja, se siente y se ve en nuestras familias y en nuestro entorno.

En el día de hoy seguro que tenemos oportunidades de demostrar que los negocios ilícitos y la coherencia con las leyes son una consecuencia de nuestra fe en Jesucristo. Pidamos fuerzas a Dios en estas oportunidades, así como se las ha dado a Pablo, demostrando que es un Dios que está por sobre la naturaleza, las leyes y los poderosos.

¡Jesús, dame la coherencia de Pablo y la fe del carcelero!

Waldemar von Hof

Hechos 16,25-40

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