Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme.” Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: “Quiero; sé limpio.” Y al instante la lepra se fue de él.

Lucas 5,12-13 (RV 1960)

“¡Quiero!”, nos dice Jesús. Quiero que quedes limpio de pecado. Quiero que te sientas libre porque, por mi infinita gracia, te he liberado. Pretendo que puedas comprometerte en la lucha por un mundo mejor. Quiero que abras tu mente, tu corazón y tus sentidos al encuentro de tu prójimo. Deseo que abandones tus prejuicios y temores. Quiero que vivas una nueva vida. Una nueva vida que sólo Dios nos puede procurar.

Dios nos libera de todo aquello que nos resulte opresivo. De una religiosidad cargada de leyes humanas sin compasión. De todo aquello que excluye a tantos y tantas y los abandona al costado del camino. Se compadece de nuestros sufrimientos.

Si Dios quiere librarnos, nosotros y nosotras, también hemos de anhelar y trabajar por un mundo más justo, sin guerras ni odio, sin discriminación y privilegios. Es hora de extender nuestras manos, de ir al encuentro, de comprometernos con el que sufre y con el cuidado de toda la creación que se encuentra en peligro. De ser comunidades inclusivas, que viven, respiran y predican el evangelio. Signo de que el tiempo de la salvación se ha hecho presente.

Sergio Utz

Lucas 5,12-16

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