Por lo tanto, ustedes que han sido resucitados con Cristo, busquen las cosas del cielo, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.

Colosenses 3,1

Tres Arroyos, la localidad en que vivo, se encuentra a 70 kilómetros del mar, y allí está Claromecó, nuestra principal villa balnearia. Uno de sus atractivos, especialmente cuando el clima no permite estar en la playa, es una reserva forestal de varios millares de hectáreas. En el año 2014, un voraz incendio consumió un porcentaje preocupante de su extensión. Después de algunos años, pudo observarse cómo en los lugares incendiados, comenzaron a emerger nuevas especies vegetales, o mejor dicho, las viejas especies autóctonas, que habitaban antes de los árboles introducidos por el hombre, cuya utilidad no es discutida, ya que representan una barrera que ayuda a mitigar los fuertes vientos de la zona.

Esta situación nos demuestra cómo la naturaleza tiene la capacidad de resurgir, aún luego de las crisis más profundas. Eso sí, resurge desde su esencia, de manera apropiada a las necesidades del entorno, sorprendiendo en muchos casos a quienes son observadores de sus fenómenos.

Así me imagino la resurrección con Cristo. Una crisis que destruya parte de aquello que construimos, que parecía que estaba bien, pero que no era natural, que debía morir para que surgiera una vida nueva, una vida simple, una vida no forzada a cumplir mandatos vacíos, sino a seguir a aquel que nos invitó a resucitar con Él y caminar juntos hacia el Reino de Dios.

Señor, toma mi vida nueva antes de que la espera desgaste años en mí. Estoy dispuesto a lo que quieras no importa lo que sea, tú llámame a servir”. (Fragmento de la canción Alma Misionera)

Alejandro Faber

Colosenses 3,1-4

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