Jueves Santo

Jesús sabía que había venido de Dios, que iba a volver a Dios y que el Padre le había dado toda autoridad, así que, mientras estaban cenando, se levantó de la mesa, se quitó la ropa exterior y se ató la toalla a la cintura. Luego echó agua en la palangana y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.

Juan 13,3-5

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“Jesús sabía”. Es un énfasis particular de Juan en su versión del Evangelio esta insistencia en la conciencia que Jesús tenía de todo el plan de Dios.

Los que quisieron silenciarlo y lo llevaron a la cruz, cumplieron el plan sin saberlo. Lo mataron, pero no pudieron quitarle la vida. Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad. (Juan 10,18).

Jesús asume su vocación con un conocimiento que pesa, tal vez excesivo para seres humanos como nosotros. Él sabe del miedo que llevará a uno de sus fieles seguidores a negarlo, conoce las oscuras intenciones de quien va a traicionarlo, sabe que la comprensión de sus discípulos no es suficiente para sostenerlos con firmeza en lo que les ha prometido.

Con esa conciencia se pone a sus pies. Siendo maestro y Señor reconocido por ellos (13,13), hace lo que haría el más insignificante de los esclavos.

Alguien me dijo: el verdadero amigo es el que te conoce y a pesar de eso te quiere. Y he cantado: “Oh, qué amigo nos es Cristo, él llevó nuestro dolor”. Y lo llevó por amor como el pastor que conoce sus ovejas y da la vida por ellas, por mí que no lo merezco.

Oscar Geymonat

 

 

 

 

 

 

Salmo 116,12-18; Éxodo 12,1-14; 1 Corintios 11,23-29; Juan 13,1-15; Agenda Evangélica: 1 Corintios 11,23-26

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