Yo sé todo lo que haces, y sé que estás muerto aunque tienes fama de estar vivo.

Apocalipsis 3,1

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En mi mente tengo la imagen de una película que vi hace muchos años: “The Wall”. Recuerdo un montón de personas caminando como robots, sin rostros…, también a niños pasando por una picadora de carne. Personas vivas, personas muertas…

En las grandes ciudades nos encontramos con imágenes parecidas: cantidad de personas que se mueven como máquinas insensibles, y nos preguntamos ¿estarán vivas?

Siempre me gustó imaginarme la vida de las personas que observo cuando espero el colectivo en la terminal de Retiro, Buenos Aires… no por “chusma”, sino porque me interesa la vida, en el sentido que cada persona tenga una vida feliz, plena, aún en medio de los problemas. Y esto lo digo porque sé cómo es sentirse muerta, estando viva… Pero siempre Dios me levantó de nuevo, y estoy agradecida por eso.

En esos momentos, no sé cuántas personas se habrán dado cuenta de mi “muerte” pasajera, porque soy consciente de que fingí estar viva: me reía, trabajaba, “le daba para adelante” (como dicen).

Vivimos en un tiempo en que la presión de estar siempre a pleno es muy fuerte, eso no solamente lo hacemos en las propagandas, sino en las redes, donde publicamos fotos en donde sonreímos siempre… ya conocemos nuestra mejor pose. Y engañamos a la gente que nos ve.

Pero hay alguien que sabe lo que hago, y sabe que esa sonrisa no significa que esté viva… Conoce mi corazón y no se deja llevar por la apariencia. Ese “alguien” es Dios.

Para mí, saber que con Dios no hace falta fingir es muy bueno, y en él descanso… ¿y vos?

Estela Andersen

Apocalipsis 3,1-6

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