Pero si ustedes se muerden y se devoran los unos a los otros, tengan cuidado de no consumirse también los unos a los otros.

Gálatas 5,15 (RVC)

Leí una vez un dicho de un evangelista que decía: “La tarea de Dios es juzgar, la tarea del Espíritu Santo es convencer y mi tarea es amar.” Me pareció apropiado, acorde a las Escrituras y práctico para implementar.
Estamos viviendo en una época donde en nuestra sociedad bastante secularizada, las verdades fundacionales del cristianismo —entiéndase de la Biblia— no son muy populares. Vivimos en una época donde los logros del ser humano han alcanzado un nivel nunca antes soñado. La sumatoria de la experiencia de prueba y error de los últimos milenios en la cultura humana está mostrando sus frutos y con la expectativa que cosas aún mejores vendrán en lo que refiere al progreso tecnológico de la humanidad. Esto muchas veces hace pensar a mucha gente que todo lo nuevo y el alto progreso alcanzado es una virtud del ser humano, y que todo lo moderno es mejor. Quién sólo lo entienda así, tendrá una visión “materialista” del mundo. Sabemos que todos los logros del ser humano han sido posibles gracias a los valores fundacionales plasmados en la sociedad que, provienen de la sabiduría divina contenida en las Escrituras. Cuando desconocemos esto nos volvemos necios, aunque pretendamos ser “modernos” y de “mente abierta”, pues de esta manera como dice el dicho: “Estamos serruchando la rama donde nos estamos parando”. La pugna allí comienza entre los que aún creemos en la Palabra de Dios, como autoridad, y los que aún no pueden creer en ella. No obstante eso el apóstol hoy nos exhorta (a los que creemos): “No usen la libertad como pretexto para pecar; más bien, sírvanse los unos a los otros por amor.” (v. 13)

Enzo Pellini

Gálatas 5,1-15

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