Pedro les dijo: Ustedes saben que a un judío le prohíbe su religión tener trato con extranjeros o entrar en sus casas. Pero Dios me ha enseñado que no debo llamar profano o impuro a nadie.

Hechos 10,28

A raíz de su visión, Pedro se da cuenta de que ante Jesús todos somos iguales, no hay diferencia entre paganos cristianos y cristianos judíos. Solamente vale la fe en Cristo. Si todas las personas son iguales, entonces tampoco hay fronteras que impidan el encuentro entre personas. Así, Pedro puede recibir la invitación.

También para Cornelio es algo inusual que un cristiano judío pise su casa. Pero él se alegra e invita a su familia y sus amigos.

Pedro pone en evidencia que él y Cornelio pueden pasar la frontera porque tienen algo en común, y es que los dos saben de Jesús, porque los dos se pueden remitir a la vida de Jesús. Ellos están unidos en el saber de la vida de Jesús.

Nosotros, a pesar de nuestro conocimiento del Evangelio, construimos barreras y las ponemos constantemente entre las personas; aquí estamos nosotros y allá los otros. Jesús, en cambio, rompe las barreras, las abre. A todos los que se acerquen a él para escucharlo, que creen en él, que lo conocen, los recibe. Esto no lo puede impedir nadie, así sea la persona más piadosa e instruida.

Destruyamos nuestras barreras y cantemos juntos: Dame tu mano, vamos a andar, juntos a caminar. Vamos con fe, tenemos un Dios capaz de liberar. (Canto y Fe Nº 333)

Ingrid Mai

Hechos 10,23b-33

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print