Ascensión del Señor
Él alumbre los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la acción de su fuerza poderosa.
Efesios 1,18-19
¡Qué hermosas son estas palabras del Apóstol San Pablo dirigidas a la iglesia de Éfeso; palabras que animan, que dan fuerzas, que nutren, alimentan la esperanza!
Palabras que necesitamos compartir con otros, con nuestros hermanos, familia, amigos, vecinos. Vivimos en medio de tantos problemas, de tantas dificultades, de tanta crisis que se han impregnado en nosotros, que la mayoría de las veces circunscribimos nuestra oración a los problemas de salud, falta de trabajo, crisis familiar, problemas de estudios, y podemos hacer una larga lista, que seguramente es válida, porque, ¿cómo no orar, cómo no pedir a nuestro Dios?
Sin embargo, el apóstol nos ayuda a descubrir otra forma de orar. Le pide al Señor que les dé sabiduría espiritual, que les ilumine la mente, que puedan entender cuál es la esperanza a la que han sido llamados. ¡Qué rica es la herencia que Dios les ha dado y cuán grande y sin límite es su poder!
¡Cuánto necesitamos orar para que el Espíritu Santo inunde nuestras vidas! Necesitamos orar intensamente unos por otros, una congregación por otra, para que su Espíritu nos guíe, nos anime, nos sostenga. Y cuánto necesitamos orar no sólo por nuestras necesidades físicas y materiales, sino para que la presencia del Señor esté con cada uno de nosotros y nos haga ver con los ojos de la esperanza que él vive y obra para bendecir nuestras vidas.
Señor, ilumínanos para elevar nuestras oraciones por las hermanas y los hermanos y tu iglesia. Amén.
Luis Macchi
Salmo 104,1.24.29-31.33-34; Hechos 1,1-11; Efesios 1,15-23; Lucas 24,44-53; Agenda Evangélica: 1 Reyes 8,22–24.26–28
