El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley. Y los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, vivimos también según el Espíritu.

Gálatas 5,22-25

En nuestra vida diaria nos encontramos con una sociedad que vive perturbada. Basta con salir a la calle, encender el televisor o la radio y, con seguridad, las noticias serán en su mayoría malas. Salvando las distancias, aún hoy nos parecemos mucho a los gálatas, lidiando con los mismos pecados y usando la misma receta, ya que pretendemos salvarnos mediante la ley y las obras.

Estas tensiones constantes, fruto de las pasiones y deseos de la carne, como lo explica Pablo, son abordadas por nuestra sociedad con leyes (morales y jurídicas) que no anulan el instinto transgresor y pecaminoso del ser humano, ya que la ley se introdujo para que el pecado abundara (Romanos 5,20-21), y sólo la fe en Cristo puede transformarnos.

La única forma de redimirnos como sociedad es aceptar la gracia de Dios, el sacrificio que Jesucristo hizo por todos nosotros, y vivir según el Espíritu Santo, cultivando el amor, el gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre y la templanza. Para alcanzar esa meta, te pedimos:

¡Espíritu de Dios! Escucha nuestra voz, y tu bondad derrame en nuestro ser divina claridad para poder vivir en santidad. (Canto y Fe Nº 83)

María Esther Norval

Mateo 13,24-30.36-43; Gálatas 5,16-26

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