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Dios otorgó a Abraham su favor en forma de promesa.

Gálatas 3,18

Hoy en día, la palabra oral está tan desvalorizada que, cuando alguien promete algo, tendemos a desconfiar hasta de que se cumpla. Pareciera que los pactos se pueden romper en cualquier momento ya que las personas cambian de opinión constantemente; incluso, en lo escrito se incluyen cláusulas de modificación por conveniencia. Esto afecta no sólo las relaciones comerciales, sino a todos los tipos de relaciones humanas.

Claro que esta sobrevaloración del sentir individual en detrimento del colectivo se justifica como libre albedrío. Sin embargo, el no mantener nuestras promesas o pactos tiene consecuencias que nos trascienden e impactan en nuestra familia, comunidad y sociedad.

Por eso, este texto hoy nos recuerda que Dios hizo un pacto con Abraham, y su decisión fue mantener firme su promesa por muchos años hasta que se cumplió con Cristo y, de esa forma, trascendió, alcanzando a todos los que creyeron y aún continuamos creyendo en la fe cristiana.

Nosotros también podemos y debemos seguir su ejemplo, al honrar ese pacto: viviendo en la gracia de su promesa, asumiendo nuestras responsabilidades, desinstalando aquellas tendencias sociales que nos perjudican y usando la libertad que Dios nos regaló para traer bendición, amor y justicia a este mundo.

Señor, que pueda ser instrumento de tu paz, donde haya odio, que yo ponga el amor. Donde ofensas hay que yo brinde el perdón, donde hay discordia, que procure la unión. Por eso, tu ayuda necesito, Señor, muéstrame la senda que nos marca tu amor.   (Canto y Fe Nº 297)

María Esther Norval

Gálatas 3,15-18

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