Todos dijeron: ¿Así que tú eres el Hijo de Dios? Él les respondió: Ustedes dicen que lo soy.

Lucas 22,70

Este intercambio de palabras se da en el marco del interrogatorio al que Jesús fue sometido antes de enfrentar el cruel castigo y posterior muerte en la cruz. Se lo acusa de blasfemia por adjudicarse el título de Hijo de Dios. Es interesante que en el Evangelio no se encuentre que Jesús afirme enfáticamente que es el Hijo de Dios. Sí, lo dio a entender y conocer con palabras y hechos, pero no lo afirmó en la forma en que se lo acusa. Está claro que las autoridades religiosas se valen de esta artimaña para condenarlo. Y Jesús se lo hizo saber… los acusadores caen en su propia trampa. No son ellos quienes juzgan, sino Jesús los juzga a ellos por su mentira.

Uno se pregunta: ¿por qué Jesús no dijo abiertamente que era el Hijo de Dios? ¿No hubiera allanado el camino de sus seguidores? Estoy convencido que no. El saber quién es Jesús no es cuestión de un credo, dogma o una confesión meramente de palabras. Es un descubrimiento personal y comunitario, una experiencia y razón de vida donde, por medio de la fe y la comunión, se nos revela y certifica que Jesús estaba en Dios y era Dios. Y esa revelación se da hoy y aquí, en este mundo, en este tiempo que nos toca transitar como creyentes e iglesia que somos.

Dios está aquí, en ti y en mí, tan cierto como el aire que respiro. (Canto y Fe Nº 94)

Jorge Buschiazzo

Lucas 22,63-71

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