No presumas del día de mañana, pues no sabes lo que el mañana traerá.

Proverbios 27,1

Estoy escribiendo esta meditación 14 meses antes de la fecha de su lectura, en medio de una incertidumbre que espero para la fecha de la lectura haya pasado. Estoy escribiendo un sábado 14 de marzo del 2020, en medio de la pandemia del coronavirus. Con la gente en sus casas, actividades suspendidas, incluso nuestras celebraciones. Personal sanitario sobrecargado. Con personas despreocupadas pensando que son vacaciones y se van a la playa o a las sierras. Varios países ya han sido devastados. En el Río de la Plata y en Latinoamérica a pesar de las previsiones al parecer nos esperan épocas de gran angustia. Ya hay decenas de contagiados. Lo que nos está ayudando son los grandes calores que evitan el tránsito más agudo del coronavirus. Hemos suspendido nuestra vida social al mínimo. ¿Asustados? ¿Precavidos? ¿Desorientados?

Quisiera pensar en el día de mañana, pero en verdad no sé qué pensar. Pienso en aquellos que están contagiados, si quizás sea para ellos el día de mañana un día de alivio. Pienso en aquellos que el día de mañana recibirán el resultado del hisopado y deberán entrar o no en cuarentena rigurosa, o quienes directamente deberán quedar internados… si es que se consiguen camas…

¿Qué sería en este contexto “presumir del día de mañana”?

¿Pensar que con una simple oración pidiendo por los enfermos he cumplido y mañana todo florecerá?

¿Actuar descuidada e irresponsablemente frente a los demás?

¿Pensar que a mí nada me pasará?

Realmente no sabemos lo que el día de mañana traerá. Sí sé lo que traerá en tanto no actúe responsablemente y esto en cada día más allá de la pandemia del coronavirus.

Norberto Rasch

Proverbios 27,1-7

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