El criado le contestó:

En esta ciudad hay un profeta a quien todos respetan, porque todo lo que anuncia sucede sin falta. Vamos allá, y quizás él nos indique el camino que debemos seguir.

1 Samuel 9,6

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Contestó el criado. Él tenía la respuesta para la desorientación de su amo, aquel hijo del jefe de la tribu de Benjamín, aquel de quien dice el autor del libro que no había otro israelita tan bien parecido como él, pues en estatura ninguno le pasaba del hombro (vs.2). Del criado no sabemos ni el nombre, no valía la pena recordarlo. De este joven bien parecido sí, se llamaba Saúl, era hijo de Quis y llevó al criado para buscar las mulas de su padre que se habían perdido. Su padre le dijo que llevara “uno” de sus criados. Saúl sería rey, el criado seguramente nunca cambió de status. A pesar de que era de la tribu de menor importancia, de los descendientes del último de los hijos de Jacob, de allí saldría el rey. Saúl no lo había pensado, el pueblo quizás tampoco (1 Samuel 9,21), el Señor sí. Y ese candidato a rey encontraría respuestas y guías del criado ignoto a quien la historia le dejaría tan poco lugar. Sin su guía el futuro rey volvería con las manos vacías porque había ya había abandonado la búsqueda.

El Señor se ha revelado a los sencillos y muchas veces se ha escondido de los sabios y entendidos (Lucas 10,21).

La piedra que los constructores despreciaron se ha convertido en la piedra principal (Salmo 118,22).

A nosotros también nos maravilla cómo el Señor nos muestra caminos que no hemos pensado y valora a quienes tenemos la ten-tación de despreciar.

Oscar Geymonat

1 Samuel 9,1-14

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