¡Ay del pastor inútil que abandona el ganado!

Zacarías 11,17

La figura del pastor es muy común en la Biblia. Enseguida se nos viene a la mente el Salmo 23, Dios como nuestro pastor. Un pastor preocupado por sus ovejas, que se esmera en conseguirles las mejores pasturas, en cuidarlas, en acompañarlas y guiarlas en todo momento, y especialmente en los de oscuridad… Un Dios preocupado por sus hijos, por nosotros, y eso nos da paz y nos permite seguir: no estamos solos…

El profeta Zacarías habla de otro tipo de pastores. Pastores a los que sólo les importa su bienestar y buscan al mejor postor en la venta de sus ovejas; pastores a quienes no les importa tener que sacrificar una oveja, pues es sólo eso, una oveja más; pastores que sólo cumplen con su trabajo: hacen sus horas, realizan lo justo e indispensable y esperan por su salario…

Cuántos líderes a lo largo de la historia -y hasta nosotros mismos- pensamos más en nuestro bienestar que en el bienestar de todos, dando lugar a desigualdades, injusticias, conflictos…

Si confiamos y proclamamos a un Dios que consideramos como el “buen pastor”, ¿por qué no hacerlo visible también en nuestras acciones, palabras y gestos, replicando su cuidado, compañía y comprensión hacia los demás?

Queremos ser, Señor, servidores de verdad, testigos de tu amor, instrumentos de tu paz. (Canto y Fe N° 300)

Mónica Hillmann

Zacarías 11,4-17

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