Cualquiera que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.

Mateo 12,50

Por lo general, la relación de hermandad en una familia es muy fuerte. Necesitamos de los afectos de nuestra familia, de nuestros padres y de nuestros hermanos.

Hoy escuchamos como la madre de Jesús y sus hermanos lo buscaban, mientras él estaba enseñando a la multitud. Lo normal es que cuando alguien dice que tu madre y tus hermanos quieren hablarte, uno va de inmediato. Pero cuando le dicen a Jesús que lo buscan su madre y sus herma-nos, él les responde: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”

¿No nos sorprende esta forma de respuesta que parece como que Jesús desconociera a su madre y a sus hermanos? ¿Jesús se ha olvidado de sus familiares? No, Jesús no los olvida y ni los pierde.

En esta situación, Jesús quiere enseñarnos sobre el verdadero her-mano y la verdadera familia. Jesús nos invita a construir una nueva familia, que no se limita a los lazos de sangre.

Lo que nos dice es: las verdaderas familias y los verdaderos hermanos son aquellos que hacen y cumplen la voluntad de Dios. No sólo aquellos que tienen relaciones de sangre, sino que también los que están unidos por la fe y por hacer el bien.

Con esta nueva perspectiva tenemos muchos hermanos y hermanas en todo el mundo. Porque, convertirse en hermanas y hermanos no se restringe a las relaciones de sangre, sino a cualquier persona que busca y anhela al Dios de la vida y que desea cumplir sus mandatos. Que podamos entonces disponernos a construir una nueva familia con esta perspectiva.

Donde ser hija o hijo es aprender a vivir en el ámbito de la familia, allí crecemos cuando aprendemos a perdonar, servir, ayudar, soportar; es decir, a amar. Si esto lo podemos lograr en la familia como núcleo social, ¡qué decir de la familia de Dios! También en ella somos llamados a tratar-nos en y con amor.

Y es que Dios es Dios familia, Dios amor, Dios Trinidad, de tal palo tal astilla somos su comunidad. Nuestro Dios es padre y madre, causa de nuestra hermandad, por eso es lindo encontrarse compartir y festejar. (Canto y Fe Nº 311)

Mateo 12,46-50

Marisa Hunzicker

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