Los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.

Hechos 2,41-42

Cuando escribo esta reflexión estamos en tiempo de Cuaresma, muy próximo a la Semana Santa. Es un tiempo de análisis, de reflexión, tanto personal como colectiva, acerca de nuestra fe y de nuestro compromiso con el Señor. Sin lugar a dudas, el texto de hoy, que nos describe la vida de aquellos primeros cristianos, nos enfrenta con nuestro testimonio, con nuestra manera de vivir el Evangelio, tanto en lo personal y también como Iglesia.

Quiero señalar algunos aspectos que me parecen significativos: Perseveraban en la doctrina de los apóstoles, compartían lo que tenían, oraban juntos, alababan a Dios, y compartían el pan. Y continúa el texto diciendo: y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.

Sin lugar a dudas que el fruto de la perseverancia, la esperanza de la oración y el testimonio de la alabanza eran el preámbulo para la llegada de personas nuevas.

Todo un desafío para nosotros hoy, que nos sumergimos en la vorágine de nuestro tiempo, lo que nos está llevando a la merma de nuestra perseverancia, de la oración, de la comunión, de la consagración.

Que el Espíritu Santo obre de tal modo en nuestras vidas para que los que se acerquen a nuestras comunidades lo hagan viendo nuestro testimonio, nuestro compromiso, nuestra unidad y nuestra entrega y amor a nuestro Señor. Amén.

Luis Macchi

Hechos 2,42-47

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