Pelea la buena batalla de la fe; no dejes escapar la vida eterna, pues para eso te llamó Dios y por eso hiciste una buena declaración de tu fe delante de muchos testigos.

1 Timoteo 6,12

Este versículo nos estaría indicando, que en la muy joven iglesia cristiana –estamos hablando aproximadamente del año 95– ya hubo una suerte de ceremonia de ordenación de los ministros, en la cual debían hacer una declaración de su fe en Jesucristo. No creemos que esto haya sido pura formalidad. Era, por el contrario, un fuerte respaldo para ellos saber que compartían la fe con sus antecesores en el apostolado y con la comunidad. Pero ahora había que trabajar para adelante, esa fe declarada debía realizarse, verificarse en la práctica, mostrar coherencia. No sólo en la lucha por impedir la tergiversación de los contenidos esenciales de dicha fe, sino en la tarea de la misión propiamente dicha, de llevar el mensaje de Jesucristo a quienes no lo conocen.

Aquí se presentan discusiones, conflictos, rechazos, burlas, tentaciones. Hay cosas en este mundo que decididamente no concuerdan con las enseñanzas de Jesucristo. Esas cosas hay que llamarlas por su nombre, denunciarlas. No es tarea fácil. Pero es la tarea para la cual, los que fuimos bautizados y confirmados, fuimos convocados por Dios como Timoteo. La realización de esta tarea, sabiendo que cumplimos un servicio a Dios y a nuestros semejantes, es como prenderse, engancharse a la vida eterna, y no dejarla escapar. Ella ya comienza desde el momento en que aceptamos la convocatoria de Dios. Y nos liberará de tantas cosas fáciles pero inútiles y vanas por las cuales nos afanamos en esta vida provisoria y pasajera.

Federico Hugo Schäfer

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