Pero lo que sí confieso es que sirvo al Dios de mis padres de acuerdo con el Nuevo Camino que ellos llaman una secta porque creo todo lo que está escrito en los libros de la ley y de los profetas.

Hechos 24,14

En la Parroquia Centro, de la Capital Federal de Argentina, también llamada “La Esmeralda”, nos acompañó muchos años una señora mayor. Ella usaba en ocasiones unas máximas muy acertadas. Una de ellas rezaba: “El que no vive para servir, tampoco sirve para vivir.”

Exactamente así vivía ella, siempre sirviendo, ayudando donde podía. Conseguía cosas que alguien necesitaba, iba y ponía manos a la obra, estaba presente y sabía escuchar, y ayudar al que buscaba a alguien comprensivo.

Hablar con ella era una delicia, a pesar de sus años, estaba bien informada y era amplia en conocimientos y benigna. Trataba de entender a cada uno en su situación.

Lo más interesante era que conseguía invitar a las personas “a su iglesia”. Sospecho que fue porque la gente quería ver de dónde recibía la energía que irradiaba. Y la verdad es que se notaba que ella se nutría en la Palabra de Dios y en la comunión con los hermanos en la fe.

Su fe en Jesucristo, su comunidad de creyentes era su fuerza.

Para mí sigue siendo un ejemplo. Siempre me alienta con su ejemplo a seguir y servir a Cristo, en las circunstancias que fuera.

Pon tu vida en las manos del Señor; confía en él, y él vendrá en tu ayuda. Hará brillar tu rectitud y tu justicia como brilla el sol de mediodía. (Salmo 37,5-6)

Winfried Kaufmann

Hechos 24,1-27

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