Cuídense de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas, y quieren que los saluden con todo respeto en las plazas. Buscan asientos de honor en las sinagogas y los mejores lugares en las comidas.

Lucas 20,46

Hace un tiempo tuve la oportunidad de ir con el coro a cantar al Salón Dorado del Palacio Municipal de La Plata. Un lugar muy lindo, de una arquitectura maravillosa. Para los espectadores habían puesto unas cuantas filas de sillas.

Allí me llamó la atención que en la parte posterior de cada silla estuviera escrito el nombre de una autoridad: gobernador, intendente, ministro etcétera.

Todo estaba dispuesto para que cada persona “importante” tuviera “su” ubicación en aquel lugar.

¡Cuán importante es tener un lugar, y si es de privilegio, mejor!

Jesús critica a los fariseos y maestros de la ley porque ellos utilizaban su “lugar de privilegio” para lograr sus propios fines y provecho, buscaban sus ventajas, se aprovechaban de ello, incluso a costa de los más débiles.

Jesús nos muestra que no debe ser así. Todo lo contrario. Él, siendo el Hijo de Dios, no usó “su privilegio” en su propio provecho sino para servir a los demás. “El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir…” (Marcos 10,45)

Jesús nos invita a no dejarnos llevar por las apariencias, y a no buscar los poderes y la gloria. Nos invita a que los lugares, posiciones, cargos y ocupaciones que asumamos en esta vida sean la oportunidad de poder brindarnos y servir a los demás.

Busca primero el reino de Dios y su perfecta justicia, y lo demás añadido será. Aleluya, aleluya. (Canto y Fe N° 329)

Juan E. Dalinger

Lucas 20,41-47

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print