Vuélvanse a mí y yo me volveré a ustedes, yo el Señor lo afirmo.

Zacarías 1,3

En este texto, Dios llama a su pueblo, porque lo ama y siente compasión por él. Lo hace a través del profeta Zacarías, quien lo exhorta al arrepentimiento y la conversión. Hoy también Dios nos llama a nosotros y en más de una ocasión cuando se habla de conversión muchas personas piensan que es un tema exclusivamente reservado para los ateos o para los que no pertenecen a ninguna denominación religiosa, porque se da por sentado que si estamos bautizados y confirmados, vamos regularmente al culto y tenemos la cuota de membresía al día, cumplimos con todos los requisitos de un buen creyente.

Pero eso no nos posiciona mejor, ni nos da ninguna ventaja frente a Dios, mucho menos admite que seamos arrogantes y presumidos, porque no nos hace mejores que los demás. Todos tenemos falencias porque nadie es perfecto; sólo Dios.
Cada día, TODOS, sin excepción, necesitamos volvernos a Dios, pero con arrepentimiento sincero, de corazón, para que él perdone nuestros errores, corregirlos y aprender de ellos.

También que nos ayude a perdonar al otro y a crecer en la fe, sabiendo que Dios no excluye a nadie, ante él todos somos iguales y en su Reino hay lugar para todos los que le aman y creen en él. En cada amanecer, Dios nos brinda una oportunidad para empezar de nuevo, como si fuesen hojas en blanco, para volver a escribir en ellas y dar lo mejor de nosotros mismos. Que así sea. Amén.

Yo quiero ser, Señor amante, como el barro en manos del alfarero, toma mi vida y hazla de nuevo, yo quiero ser, un vaso nuevo. (Canto y Fe N° 268)

Iris Bender

Zacarías 1,1-6

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print