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Amado, no imites lo malo, sino lo bueno. El que hace lo bueno es de Dios, pero el que hace lo malo, no ha visto a Dios.

3 Juan 11

Todos, en distintas etapas de nuestras vidas imitamos. Reproducimos gestos, actitudes, pensamientos, valores, y de tanto repetirlos terminan convirtiéndose en hábitos que forman parte de nuestra personalidad.

Es fácil imitar…Pero sería bueno usar la razón para decidir qué y a quién tomamos como ejemplo. Alguien dijo alguna vez: “Es sabio imitar lo digno de imitar”.

La carta de Juan nos habla de imitar lo bueno porque el que hace lo bueno es de Dios. Imitar buenas formas de obrar, gestos amorosos, pensamientos positivos. Imitar a nuestros padres que nos enseñaron a orar. Imitar a las abuelas que siempre tenían un pedazo de pan para compartir. Imitar la humildad de Jesús, su perseverancia cuando fue tentado, su capacidad para percibir las necesidades de los demás. Imitar lo bueno para que en nuestras actitudes se refleje, como en un espejo, el amor de Dios.

Imitar lo bueno para que nuestras acciones ayuden a construir un mundo de paz. Imitar lo bueno para incentivar a otros a creer en el Señor. Imitar lo bueno para construir, día a día, el reino de Dios. Imitar lo bueno para peregrinar por el camino de la verdad junto a nuestros hermanos. Imitar lo bueno para que Jesús pueda obrar en nosotros, y nuestras vidas tengan sentido. Imitar lo bueno para dar testimonio de que en la fe hallamos la vida eterna.

Señor: fortalece nuestra voluntad para seguir tu ejemplo de amor, justicia y solidaridad cada día. Amén.                                              

Silvia Noemí Bierig 

3 Juan 1-15

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