Todos ustedes, los que tienen sed: Vengan a las aguas; y ustedes, los que no tienen dinero, vengan y compren, y coman. Vengan y compren vino y leche, sin que tengan que pagar con dinero.

Isaías 55,1

Conseguir dinero es una preocupación de muchas personas para asegurarse que las necesidades básicas de su familia queden satisfechas (alimento, techo, salud, educación). Sucede que el trabajo que realizan es muy duro; que les demanda muchas horas, tiempo de viaje; muy mal remunerado. Yo imagino que se preguntarán para qué tanto esfuerzo, poder compartir muy poco con la familia, tener que decidir entre salud, calzado o libros, porque no alcanza.

Frente a este drama, que es cotidiano en muchos hogares, nos llegan estas palabras de Dios a través del profeta. Es la invitación a sa-ciar la sed y el hambre sin necesidad de dinero, sin tener que pagar. Algo así no nos cabe. Nuestro dicho es: “El que no trabaja no come”. No tenemos en cuenta a aquellos a los que aun trabajando de sol a sol no les alcanza; o los niños, hay tantos deambulando con hambre; o los discapacitados; o los ancianos, o mujeres con varios hijos que no tienen dónde dejarlos mientras ellas salen a ganar el sustento.

Vengan y compren sin dinero, coman.

Es una invitación, y a la vez un llamado de atención para aquellos que tenemos suficiente: nadie debería pasar hambre o sed. A nadie le debería faltar lo necesario para vivir. Es una interpelación a los cristianos. La creación de Dios es generosa, nuestro querido planeta tierra puede abastecer a todos los seres humanos, pero exige generosidad y responsabilidad de nosotros. Dios nos regaló una naturaleza abun-dante, ¿por qué no compartirla? ¿Por qué no administrarla para todos?

Beatriz M. Gunzelmann

Isaías 55,1-5

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