Una vez en libertad, los apóstoles regresaron adonde estaban sus hermanos, y les contaron todo lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. Al oírlos todos… oraron a Dios…: “Señor mira sus amenazas y permite a tus servidores anunciar tu palabra con toda libertad.” Cuando terminaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos; todos quedaron llenos del Espíritu Santo y anunciaban decididamente la Palabra de Dios.

Hechos 4,21.31

Desde Pentecostés Pedro ya no hace ni dice tantas tonterías. ¿Recuerdan la vez que encaró a Jesús para que no dijera que tenía que morir? ¿O cuando propuso hacer las tres chozas en la cima del monte el día de la transfiguración? ¿Y las tres veces que lo negó? Ahora Pedro predica la buena nueva de la resurrección con una elocuencia desconocida. Junto con Juan y en el nombre de Jesucristo cura enfermos como al mendigo paralítico en la puerta del templo. Hasta se han vuelto valientes y enfrentan a las autoridades religiosas

Creo que el tiempo de las “tonterías” fue también el tiempo de los egos pequeñitos, del yo quiero, yo pienso, yo creo, yo, yo… tiempo del sentido común que actúa “razonablemente” en función de intereses propios y mezquinos.

Ahora ya no actúan en nombre propio sino en comunidad y en el nombre de Jesucristo. Sostenidos por el Espíritu Santo que responde las oraciones dando palabras que sanan y ponen fin a las parálisis que aplastan la dignidad.

Señor que tu Espíritu Santo nos ayude a dejar de lado nuestros pequeños y engañosos egos y nos integre a una comunidad de vida y misión que anuncie tu evangelio con decisión y firmeza. Amén.

Sabino Ayala

Hechos 4,23-31

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