… Nadie me ha cortado jamás el cabello, porque desde antes de nacer estoy consagrado a Dios como nazareo…

Jueces 16,17b

En el transcurrir de nuestras vidas hemos visto infinidades de historias de engaño, burlas, infamias; como lo vivido por Sansón. Tristemente también, quizás, lo hemos vivenciado en nuestra familia, en nuestro círculo de amigos, vecinos, conocidos.
Los tiempos en que vivimos se identifican un poco, con los que pasaron Sansón y Dalila. Queremos ser el mejor, ser el primero y hacemos cualquier cosa como Dalila por dinero; ya sea para obtener cosas materiales, para tener una mejor vida, para pasarla bien.
Muchas veces, nuestro orgullo hace que nos atribuyamos todo el éxito en lo que logramos y tenemos grandes dificultades en agradecer a Dios por todo lo que poseemos. No entendemos que nuestra inteligencia, nuestra fuerza física, son beneficios que Dios nos brinda gratuitamente, sin méritos propios.
De una cosa debemos estar seguros y es que Dios manifiesta su presencia y nos llena de gozo, nos sostiene, nos ampara, no nos abandona; nosotros somos los que no obedecemos, los que desconfiamos, los que no tenemos fe.
Padre, traigo a tus pies mi sufrimiento, mis penas, mi corazón herido. Consuela a tu pueblo, danos esperanza, fuerza, coraje, sabiduría, y sobre todo amor y fe. Todo esto te lo pedimos en el nombre de tu Hijo Jesús. Amén.

Ana Isabel Müller

Jueces 16,4-22

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print