Ellos te harán la guerra, pero no te vencerán porque yo estaré contigo para protegerte. Yo, el Señor, doy mi palabra.

Jeremías 1,19

Con la lectura bíblica continuada se empieza hoy con el libro del profeta Jeremías. Históricamente los textos nos llevan a la época entre el 630 y 580 a.C. Los tiempos de los reyes de Judá: Josías, Joacim y Sedequías. Judá fue oprimido por Asiria y tenían que pagar tributo a este reino. La dependencia política nunca viene sola, también impone su economía, cultura y religión. Judá se infectó de los dioses de Asiria y abandonaron a Dios. Dios vio su pueblo y esperó y esperó hasta que un día se acercó a Jeremías y lo llamó a ser profeta para hacer oír la palabra de Dios a los reyes, los jefes, sacerdotes y a todo el pueblo. El llamado tiene tres aspectos importantes. El primero es la legitimación ante los oyentes. Jeremías podía expresar este encuentro con Dios, que cambió su vida, que Dios lo escogió para ser profeta. El segundo aspecto es para el profeta mismo: no he elegido ser profeta por mí mismo, sino que Dios me ha llamado. El tercer aspecto del llamado es la descripción de la tarea del profeta, mejor dicho: su existencia. Jeremías es la boca de Dios, porque no ha de decir su opinión, sino la palabra de Dios. Esa palabra que Dios pone figurativa-mente con su dedo en los labios de su profeta.

Recuerdo que, entre otras, preguntaron por mi opinión sobre los temas aborto legalizado y el casamiento de homosexuales. ¿Qué importa mi opinión? ¿Es mi opinión la meta para la sociedad? Jamás le di esa importancia. Puedo opinar en el debate y aportar un aspecto, pero no soy la meta para todos. Y por la mera opinión de muchos cristianos siguen muriendo mujeres jóvenes por falta de buena atención médica en su desesperación. No, el profeta no expresa su opinión, en manifestaciones, o protestas, ni grita al presidente en un evento público. El profeta anuncia la palabra de Dios a los responsables, a los reyes, jefes y sacerdotes, a todo el pueblo con palabras y manifestando signos.

Dios, danos la certeza que tu rostro está sobre nosotros, aunque sea en momentos difíciles. Danos tu paz en medio de un mundo que está lleno de guerra y danos sabiduría y ánimo para actuar por la paz y justicia. Amén.

Günter Kreher

Jeremías 1,1-19

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