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Yo no busco mi gloria, hay quien la busca, y es él, el que juzga.

Juan 8,50

¡Cuántas veces queremos llamar la atención por lo que hacemos, deseamos ser importantes y reconocidos por la sociedad, hacemos alarde de lo que tenemos, de lo que hacemos y lo buenos que somos!

Lo que provoca que no valoremos en su justa medida el esfuerzo y los logros de nuestros hermanos, presumimos que de todo sabemos más y además, mejor que los demás.

Reflexionemos un poco y reconozcamos el esfuerzo que ponen los otros y unámonos para anunciar el reino de Dios aquí y ahora, para que nuestras congregaciones sean realmente lugares de compartir entre hermanos, porque lo que verdaderamente importa es que la gloria y la honra sea de nuestro Dios que está en el cielo.

Señor, te pido que me des un corazón humilde que pueda poner a tú servicio los dones que me regalaste, y de esa manera servir a mis hermanos, sin esperar reconocimiento y retribución, y que pueda estar en comunión con el mundo que me rodea.

Señor, tuyo es el reino, el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Erna Schwarz

Juan 8,46-59  

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