Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.

Hebreos 4,9

 

El autor desconocido de la carta a los Hebreos, tiene una imagen especial para describir el reino de Dios: el reposo.

Así como Dios descansó, según el relato de la creación, en el séptimo día, así toda la creación reposará al final de los tiempos. En este reposo, nosotros queremos y podemos entrar.

Pero no es solamente una imagen de un futuro tal vez lejano: En Jesucristo, el reino de Dios ya comenzó. Él mismo nos invita: Venid a mí, yo os haré descansar.

En nuestro mundo agitado y acelerado necesitamos encontrar descanso, calma y paz.

Sin embargo, no todos gozarán automáticamente de ese respiro. Por eso, esa frase tan sorprendente: Juré en mi ira, no entrarán en mi reposo (Salmo 95,11), se refiere a los israelitas en el desierto que no pudieron entrar en la tierra prometida por su desobediencia y falta de fe.

Dios es amor, pero también es el Señor justo. Por eso, nuestro texto nos anuncia que queda una posibilidad de gozar del reposo. Procuremos llegar a él hoy, porque alguna vez será demasiado tarde.

Entonces, ¿qué es lo que Dios espera de nosotros?

Que nuestra respuesta en la fe sea con alegría, abriéndole nuestros corazones, confiando en la obra redentora de Jesús y permitiendo que la palabra de Dios nos examine y corrija. Así, el reposo, esa paz divina, comenzará a sentirse en nuestras vidas, y al final de los tiempos estaremos con Dios en su reposo perfecto. Esta es nuestra esperanza.

Luisa Krug

Hebreos 4,1-13

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