Jesús les dijo: “Escrito está, mi casa, casa de oración será llama-da; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.”

Mateo 21,13

Cerca de la Pascua, estando Jesús en Jerusalén entró al templo para tener un encuentro con el Padre.

Es el mismo impulso que tenemos todos los que vamos a la iglesia de nuestra fe. Pero en aquel momento en que Jesús fue al templo, había tal gritería, tal gentío comprando y vendiendo que sus voces y barullo llegaban hasta el lugar de meditación y recogimiento, impidiendo conseguirlo.

Tuve ocasión de visitar Jerusalén y llegarme hasta sus mercados, y salí aturdida. Imaginé a Jesús con su ‘azote de cuerdas’ y lo entendí cuando comparó al templo con un mercado, porque allí ya no se podía ir a orar. Los intereses creados lo impedían. Justamente dentro de un recinto edificado por otras personas que lo construyeron en el pasado para un propósito totalmente distinto.

Actualmente muchos cristianos heredamos templos hechos con amor por nuestros ancestros. Me pregunto: ¿Cómo los cuidamos? ¿Los empleamos realmente para lo que fueron edificados? ¿O les estorbamos a los que intentan venir a tener un encuentro con el Padre? Porque a veces los usos y costumbres de las comisiones del momento no coinciden con lo que, se espera, suceda en una iglesia… Para meditarlo, ¿no?

Que Dios el Padre y nuestro Señor Jesucristo nos acompañe en la búsqueda de una buena respuesta. Y si hay algo que cambiar, que no esperemos a que venga alguien con unas cuerdas…

Iglesia de Cristo, tendrás el poder que pueda gloriosa victoria traer. Serás invencible si al ir contra el mal tan sólo obedeces al Rey celes-tial. (Cántico Nuevo Nº 176)

Alicia S. Gonnet

Mateo 21,12-17

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