Jesús estaba en Betania, en casa de Simón, al que llamaban el leproso; en esto se le acercó una mujer que llevaba un frasco de alabastro lleno de un perfume muy caro. Mientras Jesús estaba a la mesa, ella le derramó el perfume sobre la cabeza.

Mateo 26,6-7

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La alegría de encontrar un salvador no tiene precio. Esta mujer derramó un perfume muy caro sobre la cabeza de Jesús. Algo que enojó a sus discípulos porque argumentaron que ese dinero podría haberse repartido a los pobres.

Dios me proveyó un poderoso Salvador, un poderoso sostén en mi aflicción, él me llamó para ser parte de su pueblo elegido. Él me mantiene con vida, lo que permite disfrutar de todo lo material, de mi familia, diversión y trabajo. ¿Cómo demuestro mi gratitud y alegría por todo esto? Por mencionar alguna, tengo el privilegio de apoyar la obra suya con mis dones y talentos y también siendo generoso en mis ofrendas y donaciones. Dijo el misionero David Livingstone: “Pondré ningún valor a todo lo que tenga o pueda tener, excepto en relación con el reino de Cristo”.

La alegría de haber sido encontrado por Cristo es fabulosa. Ya no estoy solo en mis cargas y aflicciones terrenales, tengo a un grandioso guía y sostén. Y por ello voy a aprovechar este privilegio siendo generoso en mi trato con los hermanos de mi iglesia y en el sostén de su obra. Y también así seré una luz en las tinieblas para aquellos que todavía buscan encontrar a nuestro Señor Jesucristo y ser encontrados por él.

Fabian Pagel

 

Mateo 26,1-16

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