Todo el que tiene fe en que Jesús es el Mesías, es hijo de Dios; y el que ama a un padre, ama también a los hijos de ese padre. Cuando amamos a Dios y hacemos lo que él manda, sabemos que amamos también a los hijos de Dios.

1 Juan 5,1-2

El mayor énfasis de Juan es el amor, pero que nadie crea que se gana la salvación solamente amando a otros. Cuando ponemos nuestra confianza en Jesús y en su obra redentora en nuestras vidas, y creemos que Él es el Mesías, entonces podemos considerarnos nacidos de Dios.
Ser nacido de Dios significa que todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, hijo de Dios, es nacido de Dios.
Amar a todos en la familia de Dios significa que no limitamos nuestro amor solamente a nuestro grupo, como nuestra Congregación, nuestros amigos y nuestra Iglesia, sino amar a todos a quienes Dios engendró, porque todos somos hermanas y hermanos en Cristo.
Así como nuestro amor por la gente refleja nuestro amor y obediencia a Dios, es una demostración del amor hacia el cuerpo de Cristo. Esto debe ser lo fundamental, en los cristianos, no a la etnia, no la cultura, no al idioma o cualquier otra cosa, excepto un nacimiento común en Jesucristo.
Cuando nuestro amor y obediencia a Dios se enfría, no solamente nos lastimamos a nosotros mismos, sino que lastimamos también a hermanas y hermanos, porque nos convertimos en un obstáculo en el progreso espiritual de la Comunidad de Dios.
El que dice que ama a Dios, pero tiene un estilo de vida de desobediencia, miente y camina en la oscuridad. Dejémonos guiar por la luz de Jesús, y así tendremos una vida plena.

José Wenninger

1 Juan 5,1-5

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