A cualquiera que haga caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que lo echaran al mar con una gran piedra de molino atada al cuello.

Marcos 9,42

En tiempos de Jesús eran los maestros de la ley los que con el peso de su autoridad, encantados de sus prestigios y con sus amenazas de excomuniones, desaconsejaban a la gente sencilla que siguieran a Jesús. De esta manera trastornaban su fe y eran para ellos piedra de escándalo.

“Pequeño” era el discípulo continuamente perturbado no solo por el mundo, sino por su comunidad. Incluso por aquellos que pretendían ser sus maestros.

Pecar es algo inaceptable, pero ser piedra de tropiezo para que otros crean e impedir que los más débiles puedan creer, es mucho peor.

El ejemplo de Jesús es sumamente duro. Era un castigo y medio de ejecución en Roma y Palestina. Ser arrojado al mar con una piedra de molino al cuello, implicaba no tener retorno.

Este texto es una clara advertencia para todos aquellos que queremos seguir a Jesucristo. Porque nosotros, al igual que los discípulos (en el caso de los niños) y los escribas de entonces, podemos estar interrumpiendo el encuentro de niños, débiles, pequeños, humildes, pobres, despreciados, de mala fama con Dios.

También nosotros podemos caer en la estupidez de pensar y actuar como si los mayores, los más fuertes, los más importantes y capacita-dos fuesen los únicos llamados a creer o tener parte en el Reino.

Advertencia para que arrepentidos, dejemos de lado nuestro orgullo, nuestras pretensiones, nuestra autosuficiencia. En una sociedad inflada por la grandeza, el poder y la prepotencia, somos llamados a ser humildes y abstenernos de ser jueces como son los pequeños.

Stella Maris Frizs

Marcos 9,42-49

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